lunes, 26 de mayo de 2025

Canto de los héroes

En selva bravía, tronando lamentos,  
tejió la leyenda su fiera estandarte,  
Nzé Medang ruge con ímpetu lento,  
fulgor en su lanza, temblor en su parte.  

La noche, testigo de horrores sangrientos,  
retira su sombra con paso distante,  
que surge Akoma, furioso, violento,  
con bronce en su mano, su furia apremiante.  

El río susurra secretos dormidos,  
las bestias lo oyen, lo sienten, lo temen,  
pues Nsi lo guarda en peñascos heridos,  
su canto es de piedra, su furia sostienen.  

Nzé alza su hierro, combate las sombras,  
Akoma le sigue, quebrando la brisa,  
del monte Sî surgen los bravos que nombran  
sus nombres en fuego, su sangre en ceniza.  

Eyong les bendice con filo en las manos,  
les da de su río la ira sagrada,  
sus ojos relucen cual luces arcanos,  
sus pasos resuenan cual trueno en la nada.  

La selva retumba con gritos y guerra,  
las bestias antiguas reclaman su hora,  
Nzé, como trueno, su lanza destierra,  
Akoma, cual rayo, su filo devora.  

Bajo la selva donde el Nsi reposa,  
se alza el misterio de fuego y presagio,  
allí los guerreros, de estirpe grandiosa,  
forjan su destino con rito y coraje.  

El monte Sî llama con voz tormentosa,  
Eyong les susurra en viento salvaje,  
Nzé y Akoma, con furia gloriosa,  
besan la tierra en solemne homenaje.  

Las llamas reviven el pacto sagrado,  
los cuerpos se ciñen de oscuro carbón,  
los dioses observan el fuego dorado,  
la sangre en la roca es rojo blasón.  

Nzé alza su brazo con hierro encendido,  
Akoma responde con filo de luna,  
sus nombres resuenan en monte prohibido,  
su grito es relámpago, su furia, fortuna.  

Mas surge del río la sombra olvidada,  
Maséi despierta con dientes de roca,  
su piel es espanto, su voz es nevada,  
su ira es estruendo que el bosque sofoca.  

Nzé ruge alto, su lanza centella,  
Akoma resiste con llama de oro,  
Eyong les ampara con férrea doncella,  
las sombras del río sucumben al coro.  

Así con su brío forjaron la historia,  
Nzé con su trueno, Akoma con luz,  
sus nombres cincelan la selva en memoria,  
su canto es eterno, su paso es su cruz.  

El río se agita con furia y con miedo,  
la sombra de Maséi crepita en la bruma,  
su aliento es veneno, su cuerpo es de enredo,  
su grito es relámpago, su fuerza, negrura.  

Nzé no vacila, su acero fulgura,  
cual rayo en la noche, la lanza destierra,  
Akoma lo sigue, su filo apresura,  
con danza de sangre retumba la guerra.  

Maséi ruge airado, con garras de roca,  
sus dientes son filo de antigua tormenta,  
los héroes resisten, la sombra sofoca,  
más densa que niebla, más cruel que osamenta.  

Nzé enciende el aire con fuego en su mano,  
su brazo se extiende con ira bendita,  
Akoma avanza con paso insano,  
su espada reluce cual luna infinita.  

Maséi se retuerce, sus grietas supuran,  
sus gritos en selva se tornan lamento,  
Eyong, en el viento, su furia apresura,  
con truenos sagrados retumba el momento.  

Las bestias despiertan, el monte responde,  
la selva se pliega, la sombra se quiebra,  
Maséi retrocede, su grito se esconde,  
su reino de miedo sucumbe en la guerra.  

Así en la batalla forjaron su estirpe,  
Nzé con su trueno, Akoma con luz,  
sus nombres retumban, su sangre es su insignia,  
su paso es eterno, su canto es su cruz.  

Maséi, en su agonía, retuerce su espanto,  
su sombra se ahoga, su furia se quiebra,  
sus gritos resuenan cual ecos de llanto,  
su cuerpo en la tierra en ruinas se entierra.  

Nzé, victorioso, su lanza levanta,  
Akoma con sangre su acero reluce,  
la selva, rendida, con truenos les canta,  
Eyong les observa, su juicio conduce.  

Mas lejos, oculto en los vientos del Nsi,  
se escucha un presagio, retumba un destino,  
las almas que yacen en monte Sî  
reclaman el precio de su hondo camino.  

Nzé siente el peso del pacto sagrado,  
su sangre, en la roca, es brasa encendida,  
Akoma en su pulso percibe el legado,  
su gloria es su cruz, su guerra es su vida.  

Los dioses no dejan que el hierro se duerma,  
Eyong los reclama con voz infinita,  
Nzé, con sus ojos, contempla su yerma,  
Akoma lo sigue con alma marchita.  

La selva los llama, los vientos los cubren,  
sus sombras se funden con Nsi y sus mares,  
sus nombres se graban, sus glorias relucen,  
mas nunca regresan de oscuros umbrales.  

Así, con su brío, forjaron su estirpe,  
Nzé con su trueno, Akoma con luz,  
sus nombres retumban, su sangre es su insignia,  
su paso es eterno, su canto es su cruz.  


Luis NSUE MIA 
@nsuemia.
nsuemia@gmail.com

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