jueves, 1 de mayo de 2025

El Precio de Respirar.

 Nací con las manos atadas,

con la boca sellada por los miedos ajenos,

con los ojos abiertos al dolor como única herencia.


Aprendí que la vida no es un regalo,

sino un contrato sin firma,

donde cada latido se paga a plazos imposibles.


Vi a mi madre envejecer en un cuarto de paredes descascaradas,

cosiendo sueños para otros,

mientras los suyos se marchitaban en silencio.


Vi a mis hermanos jugar a ser hombres,

cuando apenas eran sombras,

vestidos de furia para no morir de tristeza.


Y aprendí que respirar duele,

que cada bocanada de aire es un acto de rebelión,

un lujo que aquí pocos pueden permitirse.


El mundo nos enseñó a odiarnos,

a desconfiar del que sufre igual que nosotros,

a disparar primero y preguntar después.

Cambiar...

Cambiar es un verbo que se pudre en la boca de los predicadores.


Pero aun así resisto.

Con los nudillos rotos y el alma remendada,

resisto.

Porque en algún rincón de este lodazal,

sé que aún hay semillas que no se dejaron aplastar.


Y mientras respire,

aunque sea a escondidas,

seguiré diciendo que existí,

que dolí,

que amé,

que fui más que una estadística borrada.




Sir Manoiká.

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