No sé cuánto duró el último ocaso,
ni cuántos siglos rodaron bajo mis pies polvorientos.
Fui la carcasa del último hombre,
el testigo ciego de un adiós sin ceremonia.
Sobreviví a la última canción del viento,
al suicidio de los mares,
a la risa muda de estrellas moribundas.
En los escombros hallé un espejo sin reflejo,
y me descubrí bestia,
y me descubrí dios,
y me descubrí nadie.
El universo olvidó mi nombre
antes de que yo pudiera olvidarlo.
Ahora escribo epitafios sobre el vacío,
esperando que algún cometa me recuerde
cómo se pronunciaba el verbo "vivir".
_Sir Manoiká._
No hay comentarios:
Publicar un comentario