miércoles, 18 de junio de 2025

Yo, el que no se dobla

No soy el marginado,  
soy el margen
(la línea que no borran ni con silencio).

No me llamen desposeído:  
poseo la memoria del hambre,  
el canto de los que no figuran,  
la historia que no entró en los archivos.

Visto harapos, sí.  
Pero cada hilo es testigo:  
del precio de la dignidad,  
del sudor que no entra en estadísticas.

No nací para servir banquetes ajenos.  
No fui moldeado para agachar la cabeza.  
Yo he visto la miseria,  
y ella también me ha visto a mí.  
Nos saludamos con respeto,  
pero no nos besamos la mano.

Mi voz no es eco.  
Es tambor.  
Es grieta.  
Es piedra escrita en la lengua de los olvidados.  

Y si he de caer,  
será de pie.  
Con la palabra alzada  
como lanza  
como lámpara  
como grito.

Porque aún desde el barro,  
se puede levantar una nación de almas.


Luis NSUE MIA
Bata/letras oscuras 2025
Yo, el que no se dobla 



Sin Nombre

Desnudo va, sin ley ni techo alguno,  
el hombre al que olvidaron los espejos;  
la lluvia le acaricia con reflejos  
de un mundo que le niega hasta el ayuno.  

Sus pasos son lamentos en ayuno,  
su piel, un libro escrito en los pellejos;  
se arrastra entre los rostros más parejos  
como un rumor silente y oportuno.  

Ni el pan ni la mirada se le ofrece,  
mas guarda en su rincón de sombra y tierra  
un fuego que ni el odio le adormece.  

Y aunque su alma en la basura encierra,  
hay una dignidad que resplandece  
como un clavel que nace en la caverna.


Lucas SAKUL NSONO 
Sin Nombre.
Bata/letras oscuras 2025

lunes, 16 de junio de 2025

La poesía contemporánea en Guinea Ecuatorial: tradición y renovación

Antes de la llegada de la escritura, la poesía ecuatoguineana se manifestaba a través de relatos, cantos y proverbios transmitidos oralmente. Estas expresiones, en lenguas como el fang y el bubi, estaban profundamente ligadas a la cosmovisión de sus pueblos, con mitos de creación, epopeyas y narraciones sobre la vida cotidiana.

Con la colonización española, la literatura escrita comenzó a desarrollarse en español, aunque con una fuerte influencia de la tradición oral. La poesía adquirió un tono reivindicativo, con autores que denunciaban la opresión y buscaban preservar la identidad cultural.

La poesía en Guinea Ecuatorial ha evolucionado significativamente en las últimas décadas, consolidándose como una expresión artística que dialoga con la historia, la identidad y las preocupaciones sociales del país. Desde los primeros poetas que escribieron en español hasta las voces actuales que exploran nuevas formas y temáticas, la poesía guineoecuatoriana ha sido un reflejo de resistencia, memoria y creatividad.

Raíces y evolución

Aunque la literatura guineoecuatoriana, en particular la poesía, ha estado marcada por la influencia de la tradición oral bantú y la herencia colonial española. Los poetas ecuatoguinenos han destacado por su capacidad de fusionar elementos de la cultura africana con estructuras poéticas occidentales. Sus obras obras son ejemplos vivientes de cómo la literatura en Guinea Ecuatorial ha servido para preservar la identidad cultural y denunciar injusticias sociales.

A lo largo de la historia, escritores ecuatoguineanos han utilizado la poesía como herramienta de denuncia social, entre sus obras podemos destacar: Gritos de libertad y esperanza de Anacleto Olo Mibuy, en esta obra, el autor expresa el sufrimiento de un pueblo bajo la dictadura; otros autores como Recaredo Silebo Boturu, Donato Ndongo Bidyogo y Juan Tomás Ávila Laurel han utilizado su poesía para denunciar injusticias, en sus textos se refleja la lucha por la libertad y la justicia. En cambio autoras como María Nsue Angü, más conocida por su novela Ekomo, su poesía (aunque escasa) explora la identidad y el papel de la mujer en la sociedad.

Temáticas y estilos actuales

Los poetas contemporáneos han ampliado el espectro temático de la poesía guineoecuatoriana. Poetas como Jorge Abeso han utilizado la poesía como herramienta, no solo de protesta, sino también como un instrumento potente para el resurgimiento de las costumbres culturales olvidadas. Su poesía combina elementos narrativos y líricos, reflejando una profunda conexión con la historia y la identidad ecuatoguineana. Uno de sus poemas destacados es Nuncio Infortunio, que explora temas de destino, fatalidad y mitología, con referencias a la diosa Aurora y la isla de Bioko. Aunque muchos autores ecuatoguinenos abordan cuestiones como la migración, la memoria histórica, la desigualdad y la búsqueda de justicia. Otros como Antonio Juan Okue que escribe una poesía que explora el amor, la introspección y las relaciones humanas con un lenguaje accesible y emotivo. 

Dentro de las fronteras del país, la poesía se ha convertido en un espacio de resistencia y reflexión, donde se exploran tanto el lirismo tradicional como formas más experimentales. Autores como Luis NSUE MIA cuya obra poética refleja una fuerte crítica social y una exploración de la identidad generacional, han revolucionado el estilo poético. En su poema Somos almas de la noche, aborda la percepción de los jóvenes como "rebeldes" y "delincuentes", reivindicando su derecho a cuestionar y expresarse.

Con el paso de los años, colectivos como Locos Por Cultura, Bocamandaja y Biyiyema han hecho posible que la voz de muchos poetas emergentes pueda donar más allá de los círculos de amigos.

Además, la influencia de movimientos literarios internacionales ha llevado a la incorporación de estilos como el realismo mágico y la poesía performativa. La exploración de nuevas estructuras, como el verso libre y la poesía visual, ha permitido a los poetas guineoecuatorianos expandir sus formas de expresión.

El futuro de la poesía guineoecuatoriana

A medida que Guinea Ecuatorial continúa desarrollando su escena literaria, la poesía sigue siendo un vehículo poderoso para la identidad y el cambio social. En la última década han surgido grupos de poesías como el club de poesía, la firma Azul, Aula Poética. etc. Todos estos colectivos con voces propias, utilizan la poesía como una herramienta que denuncie las injusticias sociales. 

La digitalización y la globalización han facilitado la difusión de la poesía guineoecuatoriana más allá de sus fronteras, permitiendo que nuevas generaciones de escritores se conecten con audiencias internacionales.

El desafío sigue siendo la consolidación de espacios de publicación y reconocimiento para los poetas emergentes. Sin embargo, la riqueza temática y estilística de la poesía contemporánea en Guinea Ecuatorial demuestra que la literatura del país tiene un futuro vibrante y prometedor.


Bata, Guinea Ecuatorial 
Junio de 2025
Lucas SAKUL NSONO 


viernes, 13 de junio de 2025

La ambigüedad moral: un reflejo de la complejidad humana

La moralidad, tradicionalmente concebida como un conjunto de normas que rigen lo bueno y lo malo, se tambalea cuando se enfrenta a la complejidad de la experiencia humana. A lo largo de la historia, el pensamiento filosófico ha intentado categorizar la ética en sistemas estructurados, desde el imperativo categórico de Kant hasta la utilidad de Bentham. Sin embargo, en la práctica, la moralidad rara vez se presenta en términos absolutos. Es aquí donde surge la ambigüedad moral, un concepto que desafía la rigidez de los juicios morales y pone de relieve la influencia del contexto y la percepción en las decisiones humanas.

La ambigüedad moral en la filosofía y la literatura

La filosofía ha explorado la incertidumbre ética a través de diversas corrientes. Friedrich Nietzsche, con su crítica a los valores tradicionales, señaló que las nociones de bien y mal son construcciones culturales moldeadas por el poder y la historia. Jean-Paul Sartre, por su parte, introdujo el existencialismo como una visión donde el individuo debe crear sus propios valores en un mundo sin respuestas universales.

En la literatura, la ambigüedad moral ha sido un recurso poderoso para construir personajes complejos. En Crimen y castigo, Dostoyevski plantea el dilema de Raskólnikov, quien justifica un asesinato en nombre de un supuesto bien mayor. En obras más recientes, la literatura gótica y el cine han explorado figuras de antihéroes cuyos actos, aunque cuestionables, revelan conflictos internos que los hacen profundamente humanos.

La ambigüedad moral en la sociedad contemporánea

En un mundo donde la información fluye de manera inmediata y las decisiones morales son constantemente puestas a prueba, la ambigüedad moral se manifiesta en dilemas sociales y políticos. La justicia, lejos de ser una entidad uniforme, es a menudo influenciada por intereses, narrativas y subjetividades. Las figuras públicas, los movimientos sociales y los sistemas judiciales enfrentan constantemente la pregunta: ¿Puede un acto moralmente cuestionable ser justificable bajo ciertas circunstancias?


Por: Sakul NSONO


sábado, 7 de junio de 2025

Desde la cama de la enfermedad.

El sonido monótono del ventilador no lograba acallar el eco de su propia respiración. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si cada bocanada de aire fuese un susurro de despedida. A su lado, la máquina emitía un pitido intermitente, recordándole que aún estaba ahí, atrapado en un cuerpo que agonizaba.  

Sabía que nadie vendría. Su madre había girado el rostro con desprecio cuando los médicos le confirmaron que tenía VIH. Su padre ni siquiera se molestó en escupirle una última ofensa; simplemente desapareció. Su hermano, aquel con quien compartió juegos de infancia, lo miró como si fuera un espectro ajeno, un parásito que merecía ser arrancado de la familia. Y así, quedó solo en una cama de la Unidad de Referencia de Enfermedades Infecciosas, esperando el desenlace.  

Había aprendido demasiado pronto que sobrevivir exigía sacrificios. Desde aquella noche en que fue expulsado de casa, había recorrido las calles de Bata, buscando algún rincón donde el hambre y la vergüenza no lo alcanzaran. La prostitución no fue elección, sino sentencia. Algunos hombres querían el secreto que su cuerpo podía ofrecer, y él aprendió a negociar con lo único que tenía. Lo que no supo fue cuánto costaría.  

Sus dedos delgados se aferraban a la sábana. Había escrito poemas en noches de soledad, versos que hablaban de un hogar imposible, de un amor sin culpa. Pensó en aquellos versos ahora, cuando su voz no tenía fuerzas para recitarlos.  

En medio de esta atmosfera, la enfermera entró en la habitación. Sus ojos mostraban un cansancio comprensivo, una tristeza que no necesitaba palabras. Le acomodó la almohada, ajustó la vía intravenosa. No era familia, pero al menos no lo miraba con desprecio.  Finalmente, corrió la cortina de la ventana para dejar entrar un rayo de luz tembloroso. En ese instante, quiso creer que la vida no lo había olvidado del todo, que quizás, aunque fuese en su último suspiro, alguien en el mundo lo recordaría sin juicio, sin miedo.  

Los días transcurrían con la lentitud de una vela consumiéndose. En el hospital, el tiempo no existía, solo el ritmo de las máquinas, el murmullo lejano de enfermeras y la certeza de que el mundo seguía moviéndose más allá de esas paredes.  

En el cielorraso, la luz blanca de la lámpara parpadeaba débilmente sobre su rostro, como si el universo dudara entre seguir iluminándolo o dejarlo hundirse en la oscuridad.  El aire de la UREI era frío, clínico, carente de cualquier vestigio de calidez humana. A su alrededor, los monitores repetían el mismo ritmo constante, un sonido mecánico que contrastaba con la fragilidad de su cuerpo. No había visitas. No había nombres que preguntar en la recepción. No había manos que sostener en los momentos de mayor dolor.  

Antes de llegar aquí, la vida había sido una sucesión de despedidas y negaciones.  Recordaba el día en que su madre le gritó que era una vergüenza, cuando su padre se negó a mirarlo, cuando su hermano—su amigo de infancia—le cerró la puerta sin una sola palabra. Pero lo que más dolía no era el abandono, sino la certeza de que nunca había sido realmente visto. Para ellos, su existencia había sido un error, una nota discordante en la estructura familiar que debía ser corregida, borrada.  

Las calles de Bata le enseñaron que sobrevivir no siempre tenía que ver con vivir. Las noches eran largas, llenas de rostros que lo miraban sin verlo, de caricias vacías a cambio de dinero. Cada encuentro era una transacción, cada mirada un acuerdo silencioso de necesidad y desprecio. Había aprendido a fingir, a sonreír sin sentir, a existir sin reclamar nada más.  Hasta que su cuerpo se quebró. Hasta que la fiebre se convirtió en su compañera constante.  

Las últimas semanas en el hospital fueron un desfile de preguntas sin respuesta. “¿Cómo te contagiaste?” “¿Dónde están tus padres?” “¿Por qué estás solo?” Pero ninguna pregunta iba acompañada de verdadera preocupación. Eran palabras protocolarias, frases lanzadas al aire por médicos y enfermeras que, aunque no le deseaban mal, tampoco le ofrecían más que un espacio para esperar lo inevitable.  

Solo una enfermera parecía ver algo más en él. Se llamaba Eugenia. Cada noche, antes de apagar las luces, le hablaba con una voz baja, íntima. Le contaba historias de su infancia, le decía que el mundo era más grande que el dolor que él había conocido.  “Alguna vez quise ser escritora”, le confesó en una de esas noches.  Él, en un hilo de voz, le respondió que alguna vez quiso escribir poemas.  Eugenia le sonrió con tristeza.  “No estás solo,” le dijo entonces, y él quiso creerle.  

El amanecer trajo consigo una neblina tenue, un frío que se filtraba a través de las ventanas y le recordaba que el tiempo seguía avanzando, aunque él se sintiera atrapado en su propio ocaso.  

El mundo no cambiaría por él. Sus padres no volverían. Su hermano no aparecería en la puerta del hospital. Pero en esa habitación, por un instante, alguien lo reconoció. Alguien le devolvió el derecho de ser visto.  

Cerró los ojos y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió imaginar que aún quedaba algo más allá de la sombra.  

Eugenia era la única que le hablaba como si aún tuviera futuro. No le preguntaba cómo contrajo el virus, no hacía las preguntas llenas de lástima con las que otros intentaban aliviar sus propias culpas. Le hablaba de cosas pequeñas: del sol entrando por la ventana, de los libros que quería escribir, de la ciudad que algún día soñaba recorrer.  

Una noche, mientras le ajustaba la manta, le dejó sobre la mesa un cuaderno gastado.  

—Para cuando quieras escribir.  

Él lo miró con incredulidad. Sus manos, débiles, lo tomaron con cuidado. Acarició las páginas en blanco y sintió el peso de un regalo que iba más allá del objeto. Era la posibilidad de contar su historia antes de desaparecer.  

Las primeras palabras salieron torpes, llenas de pausas. Escribió sobre las calles que lo acogieron cuando su casa le cerró las puertas, sobre los rostros fugaces de aquellos que lo habían usado, sobre la fiebre que lo arrastró hasta esa cama. Pero también escribió sobre Eugenia. Sobre la forma en que su voz hacía que el dolor se sintiera menos absoluto.  Sobre cómo, en medio de la oscuridad de la UREI, había encontrado una luz que no esperaba.  Cada noche, cuando ella entraba, le leía un fragmento. Primero tímidamente, después con más firmeza, como si las palabras fueran el único puente que aún lo conectaba con la vida.  

—Quiero publicar tu historia —dijo Eugenia una madrugada, con los ojos brillando bajo el reflejo tenue de la lámpara.  

Él rió, aunque su risa apenas fue un soplo de aire.  

—¿Quién querría leerla?  

—La gente necesita saber.   

Sintió un nudo en la garganta. Durante años, había sido invisible. Ahora, en esas hojas ajadas, su existencia tomaba forma, adquiría un lugar en el mundo que le negó todo.  El amanecer llegó con un cielo teñido de rojo. Por primera vez, no sintió que la noche se había llevado otro pedazo de él.  Eugenia había leído su historia. Y eso significaba que había existido.  



Historias jamás contadas 
Por: Sakul NSONO 
Bata: 7 de junio 2025


Yo, el que no se dobla

No soy el marginado,   soy el margen (la línea que no borran ni con silencio). No me llamen desposeído:   poseo la memoria del hambre,   el ...