Con palabras ardientes,
había atravesado corazones
que aquel gladiador su espada.
Con honor, gloria y sacrificio,
supo valorar lo ganado, lo perdido;
ahí do anduvo, conquistó almas
en toneladas que las fechas
de un batallón la forjada urbe.
Respetar y admirar al adversario,
vencer y saber rendir
para combatir mañana,
este fue su lema audaz.
Dar el primer paso,
predicar, siempre, con ejemplos
hicieron de él aquel hombre respetado
entre camaradas y adversarios.
Hoy, en su descanso bajo tierra
y quizás por gusanos devorados,
sus pasos siguen guiando a quienes
en la contienda buscan su consejo.
Aquellos que en el susurro
del silencio, su voz les otorga asilo.
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