Tanto las teorías religiones como las
filosóficas han buscado soluciones para explicar el enigma del comportamiento
humano, pero el fracaso de todas ellas, radica en que cada una ha analizado
dicho comportamiento desde una perspectiva. Nosotros somos un todo indivisible
y no parte de un todo. Como personas,
somos el resultado de millones de microconexiones que forman parte de un
sistema complejo e inteligente que se tiene que analizar de forma integral.
Todo ser humano está formado por átomos (bioelementos) que entre sí forman las
biomoléculas y estas a su vez se unen entre para componer la base de la esencia
humana. La gente nace con
talentos, capacidades y
poderes adquiridos en
otras vidas. Comprendemos que
somos el resultado de lo espontáneo y lo
aprendido hecho una pieza que con
el paso del
tiempo ha evolucionado
llegando a un
punto irreversible en el que
todos somos semejantes físicamente, pero iguales en la
base biológica del cerebro. Desde antaño los más avanzados han servido de canal
para los aprendices y son estos los que forman los líderes de la sociedad en que vivimos. Nosotros somos
animales y como animales también comportamos. Esta es la base de nuestra
esencia. Si nos fijamos en una manada de lobos encontraremos que la pareja alfa
prácticamente no da órdenes a la manada, sino su elección, solo con su elección
le basta para que el resto de la manada
pueda seguirle dado que cuenta con una mayor libertad de elección y confianza
que ha ganado entre los compañeros de la manada. Prácticamente nos
preguntaríamos el porqué de tal suceso, ¿Qué hace a un lobo confiar ciegamente
en el alfa sin importar a penas los riesgos que pueden conducir a tal decisión?
La respuesta es clara solo que se esconde bajo múltiples reacciones electrobioquímicas
para poder desencadenar este comportamiento. Para comprender este comportamiento,
partimos desde la estructura básica del cualquier átomo porque ahí es donde
encontramos la composición básica de cada átomo: protones, electrones y
neutrones, con la excepción del hidrógeno-1, que no contiene neutrones, y
del catión hidrógeno o hidrón, que no contiene
electrones. Esta estructura nos permite
comprender la química que a gran escala regirá el comportamiento de cualquier
hombre. Al poseer cargas eléctricas, los electrones y protones, esto confirma
que el universo se rige por las leyes electromagnéticas y no por simples
relaciones espontáneas. Los átomos que conforman que forman el genoma humano al
ser cuerpos formados con cargas eléctricas, esto posibilita el comportamiento
que posteriormente definirá nuestra conducta. Desde hace siglos el ser humano
ha sido educado siguiendo ciertos prototipos simplemente con el deseo de ser
aceptado por la sociedad que le rodea, claro que el hombre es un ser social y
necesita de esta para poder desarrollarse como persona. Esta necesidad lo
permite inconscientemente imitar comportamientos que su subconsciencia ha
clasificado como benéficos. Como cualquier lobo en la manada necesita de su
manada para sobrevivir pues el ser humano también necesita de la sociedad para
garantizar su sobrevivencia. Si consideramos la comunidad social como una
manada entonces comprenderemos que en cada manada ha de haber un lobo alfa,
aquel que toma las decisiones por la manada y el resto solo tendrá que imitar
el comportamiento de su líder de forma inconsciente. Para lograr comprender tal
efecto hemos de partir desde la
estructura del átomo, comprender que en toda reacción química interviene la
electricidad (los átomos están compuestos por cargas eléctricas), se pierde o
se gana energía y esto hace posible que pueden surgir nuevas reacciones
químicas. Está más que claro que en este universo complejo, lo semejante
siempre busca a lo semejante y la repetición de una misma fórmula puede llegar
a convertirse en una ley; pues la repetición del mismo comportamiento ejecutado
por un líder de una comunidad es aprendida inconscientemente y ejecutada por sus miembros como en la manada
los miembros siguen las elecciones del lobo alfa.
Luis Nsue Mia
02 de septiembre 2020
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