Tengo la sensación de estar
atado
a un ancla sumergido mar a
dentro.
Miro y veo mi cuerpo
silenciado
en este ataúd sin saber por
qué.
Sigo gritando, clamando en
la cruz
que en mi cansado cuello
llevo puesto
y a veces pienso que soy yo
el detonante de este fuego
que lentamente quema y
arrasa
todo tras su perezoso paso.
Son mis pensamientos puntos
negros de un firmamento
insólito
y bajo mi oscura piel recorren
litros
de sangre espesa, sobras de
la noche
más oscura por la angustia
que hoy vivo.
Soy yo en medio de esta
mugre
sonriendo las desgracias de
otros
para no ver mi peligro
cuando el grosor
de la soga muerde mi penoso
cuello.
Si algún día no regreso a
este encuentro
que por mí se ha vuelto
perverso,
sepan que sigo atado a esta
masa
que con el tiempo lleva mi
aliento.
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